Para que esto no sea un revoltijo de muertos míos como tripas abiertas de un muñeco roto: ¿tendré que pegarme un tiro, aunque la piel sea la tensa superficie de la soledad, la frontera?
No sé: vendría la máscara a devorarme...
Entonces, ¿tendré que pegarme un tiro, encender la luz detrás de las tapas del libro, de las cuatro paredes inconmovibles y entregar mi cuerpo muerto a la mirada a la succión del lector, del otro?
Me pregunto: ¿qué idioma sería ese?
Las puertas del teatro se cierran nunca . ¿Tendré que firmar con sangre? Si hubiera levantado el telón con la verdad original, se hubieran manchado de sangre las butacas desde las primeras escenas.
Me pregunto: ¿qué idioma sería ese?
Me respondo, tal vez: NINGUNO.
Entonces, ¿tendré que pegarme un tiro, encender la luz detrás de las tapas del libro, de las cuatro paredes inconmovibles y entregar mi cuerpo muerto a la mirada a la succión del lector, del otro?
Me pregunto: ¿qué idioma sería ese?
Las puertas del teatro se cierran nunca . ¿Tendré que firmar con sangre? Si hubiera levantado el telón con la verdad original, se hubieran manchado de sangre las butacas desde las primeras escenas.
Me pregunto: ¿qué idioma sería ese?
Me respondo, tal vez: NINGUNO.
Porque la palabra presupone una experiencia compartida. Y la unicidad de la verdad que un cuerpo puede producir es tan absoluta - quiere ser tan absoluta - que será cada vez incomprensible;
no se dice: se padece.
Es preciso destruir el teatro. O vivir en el teatro yo
¿tendré que pegarme un tiro, saber cerrar el libro
de una vez
callar
Es preciso destruir el teatro. O vivir en el teatro yo
¿tendré que pegarme un tiro, saber cerrar el libro
de una vez
callar
volverme tan ilegible como cierto?
. . .
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