era improbable
que vinieses
lo habíamos hablado ya
habías quedado
con unos amigos de otro tiempo
para cenar en
casa de uno
estaba bien
pero antes
de que te fueras
te dije
a modo de broma
- si te aburrís
o termina temprano
venite
hay solo un colectivo
de distancia y abro
mi segundo mejor
vino.
te reíste, y dijiste
- no me tientes.
y yo sentí
que te demorabas un segundo más
antes de irte
porque habías vacilado
ya sé, ya sé
que fue parte
de un juego
para conjurar distancias
pero igual te esperé
no como si fuese posible
que vinieras
sino como si fuese
precioso
y mientras me cocinaba, y cenaba
y miraba una película
de Almodóvar, mientras lavé
los platos, y saqué la basura
y busqué un disco y me masturbaba
con una secuencia de una película
de los 80 de Emanuelle
Béart, mientras me lavé los dientes y
programé el aire acondicionado
un reflejo torpe de mí
te pensaba
como si por el
rabillo del ojo
pudieses llegar
a aparecer.
no viniste, claro
y fue
lo más sensato
y no importó tanto porque
no llegó a ser herida
y de alguna manera
como promesa absurda
estuviste cerca
pero el rumor
de la sensación
de haber
pensado que un segundo
vacilaste
y me tomaste en serio
y casi
pudiste venir
se quedó, y
soñé
esa noche
sin saber tu cara del todo
con tu cara
y un leve gesto
que la atravesaba
tus labios arqueados
como apenas
empezando
a sonreir
y tus ojos
un poco empequeñecidos
como pensando algo
el momento en
que vacilaste
y la gracia de lo absurdo
fue un segundo
ingrávida
y el sentido común
trastabilló
y casi casi crei
que pensaste en venir
ese segundo
antes de que
todo se borrara
y te fueras
con tus amigos
a la casa
de uno de ellos
a cenar y no sé
qué
ese rictus
fugaz
en tu rostro tentado
fue
en mi imaginación
tan adorable
y no importa que no llegue a saber si tengo con qué moverte algo de lugar
porque las pequeñas emociones son sagradas
y el amor
es la cosa
más solitaria.