Un poeta se entera que su compañera se acostó con medio mundo. Yo rescato esta carta, que me atrae porque lejos de acusar vulgaridad en su amante, se ocupa de afirmar su rol de escribiente. Ella, descubierta y avergonzada, le escribe y pide que la olvide. El poeta se enoja, y responde. Se trata de un fragmento. Me guardo la fecha y el nombre del autor, para no entregarlo a banales famas de comidilla barata.
"Hagamos de cuenta que te olvidé. Hagamos de cuenta que no sé nada de vos, que perdí lo que fuiste en mí, que se borraron mágicamente, de un día para el otro, las marcas que dejaste.
No me sirve. Ni como juego me sirve.
Yo (Pessoa) hoy no te quiero sino para no tenerte. Sos el territorio donde diariamente arrojo mi mugre: no puedo perder eso; estallaría de llanto si no tengo a quien golpear.
Y aun si implica la perdida de mi dolor, no elijo olvidarte. Y no es que lo haga por cuestiones románticas, por lo bonito que fue, por lo recuerdos de cuando era fácil vivir, dulce terminar el día y el cansancio entre tu cuerpo. No.
Lo que pasa es que viví - compartí mi vida - estos años con vos: todas mis cosas las tocaste alguna vez, o pasaste cerca. Así los cines donde todavía voy, los teatros, las calles de la ciudad, los rincones de mi cuarto. Olvidarme de vos es perder algo mío.
Me acuerdo de esa película que te hice ver (Eternal shining of a spotless mind). El muchacho borra de su mente los recuerdos de su amante. Cuando mira en su diario, tiene dos años en blanco: él había tenido que arrancar esas páginas para perder a su amante. Ante esa sola idea tiemblo. Prefiero la tortura antes que perder una sola palabra escrita. Me niego a perder piezas de mi vida solamente porque hundiste en mí una traición. No es mentira que algunas veces al día te asesinaría, que prefiero tu ausencia a tu recuerdo. Pero desentenderme de partes mías para no sufrir tu nombre no es un precio que esté dispuesto a pagar. Este dolor, aun siendo vos su (miserable) artífice, es mío, es algo de mí y de mí dice algo. Justo como de vos esas manos, todavía rojas de mi herida, hablan y te delatan. Soy un escritor, soy un narciso: no quiero perder nada que pueda resultar una excusa para escribir (por los pasos de mi vida no busco otra cosa, sino excusas para poder escribir). Vos sos un episodio de la desidia; si pudiera arrancarte de mí quedando intacto, si tus manos de araña no se hubieran implicado tan hondo en mis cosas, tal vez. Pero ya es tarde para esas ficciones: yo no supe cuidarme mientras te quise. No tengo otra sangre que la tinta de mi lapicera. No uso esta línea como emblema romántico-decadente. Ya sabés que para los usos sociales soy poco hábil y en mi callado llanto no rebosa la ampulosidad de la demagogia. La sangre que me queda está hecha de tinta: ese es mi fracaso. No se puede ser escritor sin fracasar, por lo menos, en el resto de las cosas. Y solamente es digno escribir desde el fracaso: en esta época no resta sino empezas nuestra literatura así: de acuerdo, no puedo ser Shakespeare, ni Borges; entonces esta es mi obra. Esta bien que así sea. (Ya ves que vos me rompiste, pero yo sigo hablando de mí - "porque él YA estaba roto"; como el sujeto de Althusser: desde siempre ya roto -).
Cuando me pongo ególatra creo que las cosas solamente ocurren para que los poetas urdan sus textos. Incluso las mismas vidas de los poetas (con todos sus detalles) no tienen otra utilidad. Yo no soy más que el escenario donde eventualmente sucede algo digno de ser escrito. Vos, apenas una migaja de potencial literatura, la sombra de un adjetivo que lloverá mis páginas alguna vez. ¿Acaso creías que valías más? Me has servido para escribir esta carta. Ni siquiera me es necesario enviartela. Que la leas es accesorio. Fuiste algo difuso que cruzó mis días, y me hizo inclinar la soledad sobre un papel en blanco. Nunca eligiría olvidarte, y te perdono nunca. Te agradezco el fantasma que dibujaste para mí."