20.12.05


futilité

I

No sé.
Tengo que darte algunas palabras.
No sé si somos algo más que palabras. Así que sería como dar todo.
Mediamos nuestras figuras difusas con esa extraña moneda. Y lo que nos pasa no puede tener mucho que ver con la vigilia. Acaso nuestro territorio sea entre lo onírico y el puro delirio. ¿de qué otra materia podemos pretender el futuro?

III

Propongo: habría que establecer vínculos con todo aquello que destierre la realidad de nuestras pestañas. La idea del amor no es más que la plegaria por vivir un sueño: el enamorado nunca quiere despertar: con sombras e ilusiones endurece las paredes de su frágil burbuja. Pacientemente, trabaja en contra de amanecer. No sabe que es un labrador de bruma.

IV

Toda guardia es siempre vana. La daga siempre llega por el OTRO lado. El enamorado quiere la inmortalidad de lo que nunca tuvo. Por eso siempre muere asesinado en las manos de su amante (porque el amor salva, pero no salva de lo que se ama) o de la disminución de la fe (ya sabemos: un amante no tiene más que a su fe – es pura religión -: usa todo lo que pasa para fortificar la imagen de su amor hasta que todo lo que pasa la demuele).

V

Nosotros tenemos palabras. Aguas de sombra. Nuestros cuerpos hechos de palabras, tendidos laxamente en el espacio de una noche irreal, con sus botones tendidos en el teclado. Como escritores, niña, tenemos que ser falsos: la palabra es siempre una mentira, un intercesor. La sumatoria de imposturas revela el deseo latente. El deseo es la marca de una carencia: es decir, la brújula de las almas nobles. Esto es una manera de encontrarnos.

VII

Mentimos nuestras soledades: eso es una manera de encontrarnos.

X

Poco comprendo lo que acontece. Lo que pasa es las cosas siempre pasan sobre uno, aplastándolo. Por lo menos este tipo de brutas gemas, que entran para descomponer la estable monotonía de los días. Las horas caen como antes, una lluvia opaca que duerme todo pulso. Son pocas las cosas que nacen. Al menos cuando uno se empecina en ver muerte por todas partes. Entonces pasa esto de pensarte. Es una excusa para salirme de mí.

XII

Entre la madrugada. La tarea de adivinar tu voz entre la caligrafía fría de unas cartas que no respondí a tiempo. La ilusión de sentirte respirar cerca. Las ganas de romper todo lo que media, todo lo que interviene. Perder las máscaras. Hundirme en tus ojos lejanos. No sé. No tengo otra cosa que palabras para darte. Sería como darte todo. Pero aun así, quisiera que callemos juntos.

XV

El otro es una ilusión que nos pone en contacto con nuestra soledad. Espejo que retrata una pérdida. Así nos herimos contra el cristal (...).
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durante unas semanas se cruza - por los senderos virtuales - con una dócil muchachita, que al principio desdeña y que, recién cuando pierde definitivamente, extraña. ella le pide que le escriba, y él - que detesta prostituir su pluma - le escribe. nunca se habían visto, salvo mediados por fotografías. sabían del sabor de la voz del otro, y de esas cosas que la tecnología puede acercar, fantasmatizando. después de un tiempo, él se da cuenta de que esa muchachita sería apenas otro episodio trivial de su vida. dejan de hablarse, y después del olvido no queda rastro del leve contacto que los juntó alguna noche. queda, solitaria y frágil, esta carta mutilada como testimonio de otro vínculo ficticio. las maneras de enredarse

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