25.9.05

Casi no recuerdo la época en que mi inquietud era jóven
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Encuentro esta frase en un cuaderno lejano, de hace uno o tal vez dos años. Imagino haberla escrito con dramatismo adolescente, con mucha pose ojerosa de sufridas madrugadas. Me gustaría pensar que mi prosa hoy carece de esos excesos. Hoy llego a esa frase siendo otro - al menos por las ropas que visto y por Heráclito; la tristeza, un poco más lenta, me sabe igual - llego a la frase y me detengo: la miro, la doy vuelta. Es un insecto infértil. No le encuentro el más mínimo valor: es una frase que no me seduce (salvo el punctum). No sé cómo no ser cruel con aquello que fui. Sin embargo, no huyo de esas palabras entrelazadas, algo me subyuga: no puedo evitar pensar en otra cosa; en otras palabras. Recuerdo. Recuerdo porque cada baldosa del presente es una trampa: una suerte de trampolín siniestro que me lanza hacia atrás, hacia tejidos hechos de ayeres con los restos desgajados y moribundos de lo que hice, o ví, o leí - y permanentemente, como en un sueño, confundo -. Entonces recuerdo a un escritor japonés, su última línea. Antes de matarse - en el mismo minuto de su muerte -, Ryonosuke Akutagawa* llegó a una hoja virgen, y con negra tinta escribió: una vaga inquietud. Por algún motivo misterioso, eligió esa cifra para entrar en la muerte.
Tal vez algún hilo vibre entre las almas. No es cosa que me sea dada saber.
Pero sí es un sueño con el que puedo distraerme del Destino.
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* Olvidado en occidente, hoy su nombre suele recuperarse por haber escrito el relato del célebre film RASHOMON, de Kurosawa, y por algunas compilaciones de literatura fantástica que no pueden permitirse la omisión de un relato como SENNIN.

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