24.2.05

nota
Estarme cayendo permanentemente del presente - no saber estar en el instante de mi cuerpo: me resbalo: recuerdo o sueño (me caigo para delante o me caigo para atrás; pero me caigo)-.
¿Y no es obvio? Si yo fuera carne, tal vez pudiera habitar el presente, quedarme quieto en mí, ocupar el furtivo espacio en que soy. Pero todas las potencias que se mueven en mí (sueño, nostalgias, conciencia, proyección, deseo, recuerdo, etc) significan un desplazamiento del aquí y ahora; me arrastran.
...
La infelicidad del hombre (Pascal) consiste en no saber estar quieto en su habitación (en su vida, en su momento, en sí mismo).

19.2.05




Estoy atiborrado con tu amor

Tus ojos
la razón
tan temprana piel
hasta enloquecer,
todo cuerpo
La cúspide,
los juegos,
y un anochecer
solo el aluvión,
de un gemido

Más que nada hay mares,
y sobre todo niños
si alguien alza un canto
canta porque es vida
al quebrar un llanto
nos quedamos sin el rastro

no sé si acaso es como un sol

La gente se durmió,
sin un pestañeo
solo como un fuego
o una sangre
( algo que requiere descanso )

Ansiado corazón,
que ya no sabe estar,
sin necesidad de autobombas
Si caen las banderas,
los oídos se abrirán
si alguien se ilumina
tiene gusto a suplicio
hay algo más alto
como un pájaro que gira
y nos protege de vivir
bendecidos

Estoy atiborrado por tu amor
y redeshilachado en sí,
por amor
Tu cuerpo es la vigilia,
que enloqueció
de vueltas al lugar,
con tus manos

Caudal de aquel abismo,
al que delimité
hacia un embeberme,
de todo

Estoy atiborrado por tu amor
y redesilachado en sí,
por amor.

spinetta

17.2.05

old tale

secrets
Cuando alguien tenía un secreto, y no quería decírselo a nadie, subía a una montaña. Allí, buscaba un arbol y le hacía un agujero sobre la piel. En en agujero susurraba el secreto. Después, lo tapaba con barro. Y dejaba el secreto ahí, para siempre.

16.2.05

Como si te olvido
Un poeta se entera que su compañera se acostó con medio mundo. Yo rescato esta carta, que me atrae porque lejos de acusar vulgaridad en su amante, se ocupa de afirmar su rol de escribiente. Ella, descubierta y avergonzada, le escribe y pide que la olvide. El poeta se enoja, y responde. Se trata de un fragmento. Me guardo la fecha y el nombre del autor, para no entregarlo a banales famas de comidilla barata.
"Hagamos de cuenta que te olvidé. Hagamos de cuenta que no sé nada de vos, que perdí lo que fuiste en mí, que se borraron mágicamente, de un día para el otro, las marcas que dejaste.
No me sirve. Ni como juego me sirve.
Yo (Pessoa) hoy no te quiero sino para no tenerte. Sos el territorio donde diariamente arrojo mi mugre: no puedo perder eso; estallaría de llanto si no tengo a quien golpear.
Y aun si implica la perdida de mi dolor, no elijo olvidarte. Y no es que lo haga por cuestiones románticas, por lo bonito que fue, por lo recuerdos de cuando era fácil vivir, dulce terminar el día y el cansancio entre tu cuerpo. No.
Lo que pasa es que viví - compartí mi vida - estos años con vos: todas mis cosas las tocaste alguna vez, o pasaste cerca. Así los cines donde todavía voy, los teatros, las calles de la ciudad, los rincones de mi cuarto. Olvidarme de vos es perder algo mío.
Me acuerdo de esa película que te hice ver (Eternal shining of a spotless mind). El muchacho borra de su mente los recuerdos de su amante. Cuando mira en su diario, tiene dos años en blanco: él había tenido que arrancar esas páginas para perder a su amante. Ante esa sola idea tiemblo. Prefiero la tortura antes que perder una sola palabra escrita. Me niego a perder piezas de mi vida solamente porque hundiste en mí una traición. No es mentira que algunas veces al día te asesinaría, que prefiero tu ausencia a tu recuerdo. Pero desentenderme de partes mías para no sufrir tu nombre no es un precio que esté dispuesto a pagar. Este dolor, aun siendo vos su (miserable) artífice, es mío, es algo de mí y de mí dice algo. Justo como de vos esas manos, todavía rojas de mi herida, hablan y te delatan. Soy un escritor, soy un narciso: no quiero perder nada que pueda resultar una excusa para escribir (por los pasos de mi vida no busco otra cosa, sino excusas para poder escribir). Vos sos un episodio de la desidia; si pudiera arrancarte de mí quedando intacto, si tus manos de araña no se hubieran implicado tan hondo en mis cosas, tal vez. Pero ya es tarde para esas ficciones: yo no supe cuidarme mientras te quise. No tengo otra sangre que la tinta de mi lapicera. No uso esta línea como emblema romántico-decadente. Ya sabés que para los usos sociales soy poco hábil y en mi callado llanto no rebosa la ampulosidad de la demagogia. La sangre que me queda está hecha de tinta: ese es mi fracaso. No se puede ser escritor sin fracasar, por lo menos, en el resto de las cosas. Y solamente es digno escribir desde el fracaso: en esta época no resta sino empezas nuestra literatura así: de acuerdo, no puedo ser Shakespeare, ni Borges; entonces esta es mi obra. Esta bien que así sea. (Ya ves que vos me rompiste, pero yo sigo hablando de mí - "porque él YA estaba roto"; como el sujeto de Althusser: desde siempre ya roto -).
Cuando me pongo ególatra creo que las cosas solamente ocurren para que los poetas urdan sus textos. Incluso las mismas vidas de los poetas (con todos sus detalles) no tienen otra utilidad. Yo no soy más que el escenario donde eventualmente sucede algo digno de ser escrito. Vos, apenas una migaja de potencial literatura, la sombra de un adjetivo que lloverá mis páginas alguna vez. ¿Acaso creías que valías más? Me has servido para escribir esta carta. Ni siquiera me es necesario enviartela. Que la leas es accesorio. Fuiste algo difuso que cruzó mis días, y me hizo inclinar la soledad sobre un papel en blanco. Nunca eligiría olvidarte, y te perdono nunca. Te agradezco el fantasma que dibujaste para mí."

13.2.05

paris thru window



Para el futuro libro: "Roland Barthes dice; yo pienso..."

Roland Barthes dice que la tragedia es el género más perverso: uno siente placer oyendo contar una historia cuyo final ya conoce.

Yo pienso: ¿no es eso el amor? Uno goza los instantes de una frágil eternidad, sabiendo en algún lado (más o menos callado) que el final es parte de ese relato (y deseando, con más o menos ardor, que algo - mágico - fisure la lógica del cuento y Julieta despierte a tiempo y Edipo se avive un poco y le arruine la vida a Freud).

¿No es así estar vivo: acaso no lleno mi vida de ocupaciones y preocupaciones, no ingreso en rituales, no empiezo juegos y hago frases solamente para desplazar de mí el peso atroz de conocer el final - que todo lo une y todo lo calla?

11.2.05

"Era como si alguien, como si una horda desesperada abriera las puertas y las cerrara, brusca y secamente, una y otra vez. Era como una tormenta de puertas que estallaban. Supe que yo estaba dentro de un sueño. Una pesadilla. Caminé los bordes de ese laberinto: sentía como si todo estuviese a punto de desintegrarse: las paredes, el suelo, las yemas de mis dedos, las pupilas añejas inscriptas en mi cansanda memoria. Las puertas, de madera ajada algunas, otras -como el insomnio- de hierro, salvajemente parecían como un coro bélico, o mortuorio. Decidí no quedarme quieto; si esto es una pesadilla, me dije, nada puede pasarme. Decidí indagar los espacios de mi sueño: yo necesitaba encontrar la piel del horror que volviera de una vez intolerable este sitio: estallar hacia la vigilia, el puente de regreso. Pero mi pesadilla era el presagio del miedo, la permanentemente actualizada promesa del espanto. Nada sucedía; y el delirio era el de la ansiosa espera, con la terrible sensación de que siempre el instante próximo sería el del golpe definitivo. Pensé: este es el horror total, el verdadero infierno, la viva muerte. Y seguí esperando, con las uñas listas."
Dreams of the return; fragmento

10.2.05

soñar raro




La desintegración de la vigilia




soñar raro


I
Hace algunas noches tuve un sueño al que fui regresando paulatinamente, entre los rincones del cotidiano. Yo salía de mi casa con mi abuelo, y como siempre la geografía no correspondía demasiado a la vigilia (vivo en el barrio de Flores, pero al cruzar la puerta era ya el sabor de Palermo, la infancia, los colores añejos). Aparentemente, yo debía tomar un colectivo. Antes de llegar a la parada, encuentro, esperando a otro colectivo, a una compañera de facultad. Es una muchacha con la que tejimos una relación harto particular - tal vez todas, a su modo, lo son -, pero desentendida de toda intimidad real (excepto un tropiezo entre las sábanas, una noche violenta, que pertenece más a la ficción que a nosotros). Al principio, hicimos como si no nos vieramos, luego, nos saludamos y conversamos: lo que nos dijimos lo perdí. Después, ella subió a su colectivo, y yo al mío; mi abuelo ya no estaba y su desaparición era natural para la lógica de ese sueño. A una cuadra del recorrido estaba la Plaza Italia, que se veía ahora como un perfecto círculo que daba la idea de estadio romano, o de toreada. Mi colectivo alcanzó al suyo, pero cada uno tomó por un lado de la plaza, y nos fuimos abriendo, primero rodeando la plaza y después por calles paralelas que se perdían. Yo distinguí su figura en la distancia, durante muchas cuadras, levantando su mano en el aire, moviendola dulcemente, saludandome.


II
En este sueño me quedé pensando. Me parecía extraño, pero no llegué a darme a la idea de que cifraba un mensaje de los símbolos. Me interesaba, sobre todo en relación a esa mujer: como enigmática expresión del vínculo que teníamos; la manera en que mi imaginario había traducido una lectura (etrusca, surreal) de nosotros. Pensé en escribirle y contarle el sueño, y de paso invitarla a ver alguna película danesa o turca o lejana. Fui olvidando, poco a poco, ese deseo: postergándolo a cambio de nada.


III
La noche de ayer cambió algunas cosas: otra vez soñé. Yo caminaba por la avenida Alberdi, cuando es angosta y los colectivos se pegotean entre sí en una sinfonía del aturdimiento urbano. Frente a mí, veo a esa misma amiga, caminando. Cuando nos cruzamos, otra vez nos sacamos la vista de encima. Pero en seguida ella se vuelve contra mí y me saluda. Hablamos un poco, y de repente me oigo decir - no sabés qué raro-. Y así le relato, de punta a punta, el sueño que había tenido con ella. Ella se entusiasma con la historia (lo siento en sus facciones, que se tensan y brillan contra el grisáceo paladar del asfalto y las casas gastadas de siglos). Después, dice algo de un lavarropa, y yo recién veo detrás de ella muchas bolsas pesadas, hinchadas de trapos oscuros y rotos. Veo también que a nuestro lado hay una tienda de lavarropas, pero cuando ella va a entrar, se queda en la puerta, mira hacia adentro y luego me mira a mí, y me dice que después, que ahora está lleno. Yo casi no veo gente, pero acepto y le digo de ir a alguna parte. Ella asiente, aunque tiene ojotas naranja espantosas. Siento que el sueño continúa, pero nada más recuerdo.


IV
Sí recuerdo que cuando desperté me costó asimilarlo como sueño. Lo había sentido tan real que me exrtañaba no haberle contado de verdad el sueño anterior a mi amiga. Fue uno de esos sueños en los que, mientras duró, nunca pude decir "esto es un sueño". Fuera de la categoría de sueño lúcido, siempre hay como una vaga conciencia (la percepción tibia de una nebulosa) de estar soñando, si no durante, al menos al despertar, uno exclama: "¡qué sueño el que tuve!". Hoy mismo he soñado una historia de amor entre dos japoneses: ella era camarera y el lavaplatos e iba a la facultad por las noches. Ella se enojaba porque entendía que él crecía mucho más que ella, y que ese desarrollo los distanciaría. Las calles eran el japón, que era como un San Telmo, pero más angosto. Me pareció encantador que yo no formara parte del sueño. Era un sueño como un film (uno de Wong-Kar-Wei, para ser precisos). Estuve muy dentro de esa historia, pero nunca la confundí conmigo, ni la traspapelé con la vigilia.


V
El sueño de mi amiga fue diferente. Nunca dudé que fuera real. Convengamos la siguiente clásula de verosimilitud: uno no suele soñar que cuenta un sueño que ha tenido. Y menos se lo cuenta a la persona con que lo ha tenido: es un desdoblamiento de fantasmas. He relatado a una figura imaginaria en un sueño que con su imagen soñé en otro sueño: y todo esto sin llegar a rozar siquiera el aire alrededor de esa amiga desde donde han nacido estas representaciones multiplicadas en sombra; todo eso ha pasado sin mover las piezas de la vigilia.


VI
O ocaso sí se alteró la vigilia: si yo estoy pensando esto, si esto me afecta como para dejar agitar una lapicera sobre un papel, si esto me toca como para hacerme entrar en mi soledad para remover el callado polvo alrededor, entonces algo debió cambiar. Aunque habría que ver desde donde es que escribo.


VII
Siento ahora que debo contárselo cuanto antes: temo haber encadenando mis posibilidades oníricas. es un temor infantil, pero ese sueño revela lo frágil del presente: la desintegración de la vigilia: si yo puedo soñar que cuento un sueño que soñé, ¿cómo puedo, en algún momento, decir que he despertado?

9.2.05

sadness


Heráclito revisited

Kawabata escribe:

"El tiempo pasó. Pero el tiempo se divide en muchas corrientes. Como en un río, hay una corriente central rápida en algunos sectores y lenta, hasta inmóvil, en otros. El tiempo cósmico es igual para todos, pero el tiempo humano difiere con cada persona. El tiempo corre de la misma manera para todos los seres humanos; pero todo ser humano flota de distinta manera en el tiempo."

Dos amantes, divididos por 20 años de distancia. Ella, en un rincón de la lluvia estival, mueve el silencio; Kawabata escribe:

"Al llegar a los cuarenta, la mujer se preguntaba si el hecho de que él siguiera dentro de ella significaba que esa corriente del tiempo se había estancado, en lugar de seguir su curso. ¿O acaso la imagen que ella conservaba de él había flotado con ella a través del tiempo como una flor que avanza aguas abajo? Ella ignoraba cómo había flotado su propia imagen en la corriente de él. No podía haberla olvidado; pero, sin duda, el tiempo había corrido de manera diferente para él. Las corrientes del tiempo nunca son iguales para dos personas, aunque sean amantes."

Yo me quedo pensando....

8.2.05

Review: asomarse un poco para ver cómo funciona la maquinita
Hice un repaso de esta tanta tinta desparramada. Noto que, de alguna manera, la lógica que subyace estos fragmentos de la soledad es el de la deconstrucción. Siento algo y lo desarmo: soy como un niño que despedaza juguetes para ver cómo funcionan (¿Barthes?). Lo que pasa - digo esto con el tono de reproche de mis amantes perdidas y cansadas y lejos - es que soy demasiado intelectual como para permitirme sentir.
No. No sentir, precisamente. Pero que la ornamentación y el esfuerzo de un texto rindan su sustento a la mera expresión de un sentimiento me parece banal. Y si el sentimiento es mío, me resulta vergonzoso.
Utilizar el mecanismo verbal de la escritura para enunciar lo que sentí - que no deja de ser común y accidental - debe al menos sustituirse por la voluntad de querer comprender aquello que sentí. Entonces pareciera que se justifican mis minucias expresivas con la salvaje descomposición de todo lo que pase; como si rompiendo(me) pudiese entender.
- Esto mismo no es otra cosa -.