18.10.05


La historia tiene dos partes. Por ahora, la historia tiene dos partes. La primera es una actualización: el lector lee y es preparado para la segunda parte, donde se relata lo que se quiere relatar. La primera parte es necesaria, porque provee la escenografía pertinente para que el lector pueda disfrutar más completamente la segunda parte, que es donde pasa lo que en verdad se quiere contar, que no es otra cosa que una especie de separación, o manera en que una persona se pierde para otra. Si se está muy apurado, pásese directamente a la segunda parte. Ya no tendrá gracia, pero la gracia no está garantizada de ninguna manera, se lea de principio a fin, mezclado o en belga.
primera parte

Habíamos quedado en amarnos, en no decirnos la verdad. El contrato era claro, la vida: más sencilla. Ella era preciosa (divina), era fácil falsearla, ver otras cosas, salir de la cama sin pasar por el áspero trámite de despertarse; era fácil respirar, anochecer. Durante algunos meses nos protegimos del mundo, de sus puntas. Nos iba bastante bien. Pero. La pasión se dilata en los almanaques. Antes de que una estructura la encorsete en tiempo medible, declina: o como en mi caso, su variable intensidad permite huecos, pliegues. Yo todavía la amaba con desesperación, pero en un intervalo del péndulo romántico (entre una exhalación y una inhalación) hice algo malo, algo tonto, algo que no debí haber hecho: algo que sabía que no significaba nada para mí, pero que decodificado por la atrofiada lente del enamorado era legible como una traición. Cargué esa pena en la espalda de mi amor como se carga un herido que agoniza a gritos. Por esos tiempos - lo recuerdo - ella estaba guapa y feliz como siempre. La felicidad no es algo que pueda preguntarse ni responderse: simplemente así era su rostro, y habíamos pactado que no hurgaríamos en las hermosas apariencias que nos prevenían del hastío.
fin
de la primera parte
La que va a empezar después de este párrafo es la segunda parte. Allí se podrá ver la razón por la cuál se han dicho estas cosas, el objeto para el cuál se tuvieron que hilvanar todas estas excusas. Es cierto: no valía la pena. Pero tenían un propósito: dar sentido, forma a esa sola pobre cosa que se quería decir. La estructura es sencilla: primero se dice más o menos de donde venían, qué les pasaba, se ofrece un leve backround. En la segunda parte, que está por empezar, se va directamente al hecho puntual, a esa cosa que pasó, ese raquítico detalle que por sí mismo no sabría sostenerse. Es como narrar una mirada. No se puede decir "se miraron". Sería torpe. Porque lo que significaba esa mirada estaba mucho antes, en un conjunto de cosas que pasaron. La mirada sería como la última pieza que cierra el círculo. No es el caso de este relato, pero las cosas que se dicen no necesariamente tienen un motivo. Al menos conciente.
segunda parte
Era una noche helada. Caminábamos en silencio, no había nadie en las calles. Era un invierno apretado, y las noches no pertenecían a los hombres: eran un espacio hostil del que convenía refugiarse. Si terminamos en medio de la noche fue pura casualidad y no afán poético, ni romántico-decadente: habíamos cenado en casa de amigos, nos quedamos hablando y se hizo tarde; como estábamos a pocas cuadras del departamento, nos dijimos que entrar en la noche por tan pocos pasos era una tarea amarga pero realizable. Así, el calor de nuestra cama sería más hondo, nos dijimos. Callados caminábamos juntos el empedrado de San Telmo, y no sé qué fue lo que pasó (tal vez la manera en que las luces amarillas se vertían por los suelos, o haberme dado cuenta que nuestras sombras se entrecruzaban por las paredes formando una sola, extraña figura que me parecía hermosamente viva), pero sentí que estábamos unidos. Esas son las sensaciones por las cuales los hombres siempre cometen las más nobles idioteces. Ella, que mirando hacia adelante no miraba nada, giró la cabeza, posó sus ojos en los míos (¿o fue en mi boca? no importa) y sonrío, tierna y divertida. Yo le sonreí también, seguro de estarme comunicando en un idioma etéreo. Llevábamos mucha ropa por el frío, varios sobretodos y bufandas, y colchas y frazadas que nos cubrían y apenas dejaban rendijas para los ojos, y alguna que otra fisura improvisada por la que se salían a veces la boca, la nariz, el mentón dado el movimiento del andar nocturno. Por eso me pareció que había algo de mágico en eso de encontrarnos los ojos entre tantos obstáculos. Quise besarla, pero había que esperar a llegar a casa: si nos besábamos en un momento así (con ese frío) nos hubiesesmos quedado pegados dolorosamente. Además, no convenía detenerse: los músculos dejaban de funcionar, y se corría el riesgo de dejar la pierna petrificada ahí, para siempre.
fin
de la segunda parte
La pericia del narrador es triste. Por eso hay una tercera, e inesperada parte: porque se ha demorado con detalles circunstanciales aquello que se quería decir. Hay quien dice: es la manera en que se hacen las novelas. Pero solo las malas novelas tienen la textura de un cuento extendido. Al menos me da la oportunidad de decir que he pensado en aquello que dije sobre la mirada, y en realidad no me parece así. Se trata de una pura construcción del que mira, o del que hace mirar. Tres detalles robados a la realidad componen un significado, pero siempre es ficticio y no dicen nada de la realidad. Vemos un hombre agachado en la calle, acariciando a un gato. Vemos al mismo hombre ayudando a una vieja a cruzar la calle. No podemos evitar la conjetura: ese hombre es bueno. No podemos entender que vimos dos piezas sueltas de un rompecabezas irreductible. Pero esto no tiene nada que ver, así que regresamos al relato.
tercera e inesperada parte
Por alguna razón las cosas que cargaba me pesaron demasiado. Antes de que la bruma nocturna nos devorara definitivamente, trastabillé, y sentí que negarle el relato de mi traición era impedirle que se apropiase de su verdad, era empezar una nueva traición, era obligarme a amarla a través de una máscara y dejar que ella amase a quien yo no era: eran demasiados fantasmas intermediarios para el simple beso que ansiaba mi boca; y yo mismo, cómo podía darme a ella si tenía que callar permanentemente a mi pasado, que rugía en los rincones menos avisados del día. La detuve con ambas manos (el gesto fue brusco, ella me miró, un poco felina asustada), intenté correr las ropas para liberar mi voz, y abrí la boca con las primeras palabras. Pero hacía mucho frío y las nubes de mi aliento me habían envuelto en bruma, me cubrían todo el cuerpo con una espesa niebla blanca y ella se hacía, a cada sílaba, más difusa y remota. Supe que de esa niebla no se salía, que de ese frío tampoco, pero seguí manoteando en el aire, como quien quiere correr las cortinas imposibles, como un ahogado, inútilmente.
fin
del final

_________________________________________
____
o directamente saltarse todo y escuchar into my arms, de Nick Cave

Powered by Castpost

2 comentarios:

Anónimo dijo...

(.....):Puntitos abismales de una expropiaciòn atroz, imperdonable. Sr. Viana, hasta hoy mis muros ficticios estaban intactos. Me ha hecho usted un agujero en el alma. Quedarà pegada por siempre, hùmeda, en este fragmento.
(No sè si agradecerle o en su defecto pensar muy bien esto de pasear maravillada y noctàmbula en este camino de glorietas muertas).
d.

Debret Viana dijo...

lo primero que se le ocurre a Debret Viana es IUJU!
Después de todo, es precioso llegar tan hondamente en alguien. Pero claro que no quiere que nadie salga corriendo por sus perversiones exhibidas en prosa,y menos apagar dalias.