(...)
Retrato de Hélène morenamente seda, canto rodado que en la palma de la mano finge entibiarse y la va helando hasta quemarla, anillo de Moebius donde las palabras y los actos circulan solapados y de pronto son cruz o raya, ahora o nunca, Hélène Arp, Hélène Brancusi, tantas veces Helénè Hadju con el filo de la doble hacha y un gusto a sílex en el beso, Hélène arquero flechado, busto de Cómodo adolescente, Hélène dama del Elche, doncel del Elche, fría astuta indiferente crueldad cortés de infanta entre suplicantes y enanos, Hélène mariée mise à nu par ses célibataires, même, Hélène respiración de mármol, estrella de mar que asciende por el hombre dormido y sobre el corazón se hinca para siempre, lejana y fría, perfectísima. Hélène tigre que fuera gato que fuera ovillo de lana. (La sombra de Hélène es más densa que las otras y más fría; quien posa el pie en sus sargazos siente subir el veneno que lo hará vivir para siempre en el único delirio necesario.) El diluvio es antes y después de Hélène; todo teléfono espera, escorpión gigante, la orden de Hélène para romper el cable que lo ataba al tiempo, grabar con su aguijón de brasa el verdadero nombre del amor en la piel del que todavía esperaba tomar el té con Hélène, recibir la llamada de Hélène.
62/modelo para armar
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