Despierta en mí esta idea: un hombre que llena páginas – con lo que puede, con mentiras, porque las cosas ciertas se le acabaron en la séptima página – para combatir la cegadora blancura del papel. Tiene, con su tinta negra, que disminuir la blancura de la hoja porque esa luz lo cegaría. Y se queda ahí, toda su vida, anclado frente al escritorio, escribiendo, para combatir un resplandor del que su sola idea le quema los párpados. Y con cada palabra terminada, sueña la noche, para descansar de una vez de la luz, y de luchar contra la luz. Su tinta trama la noche, pero no le alcanza más que para estar ocupado, y no tener que sentir la blancura de lleno, ni el atardecer que detrás, en la ventana, empieza.
2 comentarios:
pero la noche también tiene puntos de blancura.
o explosiones.
genial, como es su insana costumbre, estimado.
saludos
jonessy
Claro que sí: toda blancura es posible solo a partir de la tiniebla circundante. Se necesitan para existir del mismo modo que la idea de dios a la idea del diablo y que el goce de la riqueza a la horrorosa posibilidad de la miseria.
Saludos, caballero.
Siempre son un placer sus aportes.
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