en la cáscara de las cosas
Rompí las muñecas de la vigilia. Tuve que torcer cada bucólica vértebra antes de despertar: ansiaba el jugo sagrado, lo que late dentro; el sentido. Vi que lo único que había hecho hasta ahora era llenar maletas, arrastrarlas de un lado para el otro. Lo que pude dejar en estas páginas eran los restos de los cuerpos que sangraron la respiración roja que era la savia de las cosas; y que no pude capturar. Allí debía yo mojar mi pluma, y después las líneas sobre el papel tendrían el latido del sexo que amanece. Yo necesitaba dejar afuera todas mis apariencias. En cambio, había hecho un teatro de mis máscaras, un repertorio de mis fugas: la letra es sucesiva porque huye; aun cuando esté revolviendo los bolsillos del pasado, está escapando hacia adelante. Para no lidiar con las cosas desnudas, violentas, irreversibles, había que volverlas literatura: había que mirar la miseria como si fuera de otro, y usar los detalles para parir algo que no empezara muerto. He vehiculizado algunos momentos de un cuerpo callado, derramandose hacia la muerte. Una a una, las cosas se van secando; y lo único que duele de apagarse son los momentos en que la luz fisura las persianas bajas.
Era tarde para hacer otra cosa que no fuera un texto. Si miraba mis pies detenidos, siempre estaba pisando el rostrode alguien, la respiración de un muerto. Había que seguir dando pasos - no importa hacia donde -, tejiendo hilos invisibles que terminarán cercándome. Es lo que me resta: mover hilos muertos, la cáscara de mi mismo.
foto: dv
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